Esta atleta bonaverense en 1979 creó la Escuela de Danzas Folclóricas Palma Africana, con el objetivo de generar un autorreconocimiento de la corporeidad y el reconocimiento de la identidad cultural, para fortalecerlo como un grupo folclórico. Desde la creación de la escuela a la actualidad se han beneficiado 117.000 personas aproximadamente.

Veinte años después creó la Fundación Social Comunitaria y Cultural Mujeres en Acción, donde se promueven iniciativas que impulsan el empoderamiento de la mujer colombiana. Ha trabajado con una población de mujeres que pertenecen a las comunidades afrodescendientes, raizales, palenqueras, indígenas, rom y miembros de la comunidad LGBTI, impactando directamente a 38.000 mujeres en el departamento del Atlántico.

En el año 2003, junto con un grupo de compañeros, María del Carmen fundó la Corporación Folclórica de Actores del Carnaval de Barranquilla (Corcarnaval), basados en la necesidad de presentar los diferentes actores y organizaciones del Carnaval Alternativo de Barranquilla. Aquí se encuentran incluidos tres proyectos: Proyecto de Acuerdo Estímulos del Carnaval, Proyecto de Acuerdo Cinco de Julio “Día del Artista del Carnaval” y, Proyecto de Acuerdo de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural e Inmaterial del Distrito, por medio de los cuales se han ido rescatando las tradiciones del Carnaval de Barranquilla.

María del Carmen nació el 15 de mayo de 1956 en Buenaventura, Valle del Cauca, y desde muy temprana edad su vida estuvo expuesta a grandes cambios y sacrificios, los cuales dejaron huellas imborrables que sedimentaron su camino social. En 1958 su familia decidió trasladarse a Puerto Berrío, Antioquia, allí conoció a las Carmelitas Misioneras, quienes le enseñaron disciplina y le mostraron el trabajo que desarrollan por las comunidades negras e indígenas, así, la semilla del servicio empezó a germinar en ella.

Once años después la vida la encaminó a Barranquilla, donde cultivó logros deportivos, siendo una destacada atleta en las disciplinas de lanzamiento de jabalina, bala y disco, pero a los 22 años abandonó estas prácticas debido a una ruptura de ligamentos. La tristeza y la desesperanza la fueron invadiendo, pero un día tomó la decisión de recordar todas las enseñanzas impartidas por sus padres y las Misioneras. Así, empezó a dar sus primeros pasos en la labor social, sin saber que salvaría la vida de muchas personas.